Felipe Pantone es un artista argentino-español. Le obsesiona la velocidad y en lo trepidante de su viaje profesional ha plasmado su arte en superficies de lo más distintas: de patinetas a sudaderas y ahora un edificio de residencias. Dice que le falta pintar un avión y una estación espacial y que para que suceda sólo hace falta que lo inviten.
Felipe Pantone se ha entregado a la modernidad, su lenguaje, su obra, su entendimiento del mundo, sólo puede leerse bajo la prisa del presente que nos ocupa.
«No solo esta obra, sino mi trabajo en general toma como punto de partida los tiempos que corren: el presente. Mi trabajo sólo podría, solo puede, tener sentido ahora, si lo viéramos hace 50 años o en 20 años no tendría sentido».
«Las imágenes que yo produzco son imágenes que vienen de imaginería del siglo XXI, como el Internet; tomo inspiración siempre de los tiempos dinámicos, rápidos, de constante cambio y éste es el motivo de mi trabajo: siempre el dinamismo y el cambio», sentenció el artista.
Pantone es además autor del Manifiesto Ultradinámico y admite que lo escribió ya hace mucho tiempo (y un poco a lo loco). En sus palabras: «El sistema, básicamente, que venía a plantear tenía que romper el propio sistema».
Y sin embargo la exploración de su obra se filtra a través de cada una de sus sentencias y resulta ideal como hilo conductor de alguien que dispara sus ideas como relámpagos.
Felipe Pantone es el pintor que no puede dejar de mover las manos, que habla rapidísimo, que va a tal velocidad que su rostro no puede ser captado por las formas convencionales de la fama. En síntesis, el ultradinamismo –lo quiera él o no– describe sus aspiraciones.
El cambio agresivo, el salto mortal y espacial, la disolución de la tradición, admitiendo la apropiación interesada.
Felipe Pantone en siete días pintó la obra más grande de su carrera: los 500 metros cuadrados de las torres del Residencias III. Irrumpió en el aspecto del campus y lo hizo a una velocidad fulminante y en el acto hizo evidente, de alguna forma, que el proceso forma parte de la obra.
«Sí, hay un sentimiento de prisa en mi trabajo. Vivimos en los tiempos más rápidos, más dinámicos de la historia de la humanidad, y yo me siento un ciudadano muy de mis tiempos y no podría no pintar rápido, no hablar de esto», platica.
La búsqueda de la exactitud por medio del tanteo
La voluntad de acercar los espacios: la fractalidad que ofrece internet con sus infinitas relaciones y desarrollos. El uso del mismo como espacio para la exhibición, divulgación y creación.
«No sabía que eran unas residencias, pero sabía que era una universidad y las universidades, al igual que las residencias, se renuevan año tras año. Es un sitio ideal para soportar mi trabajo, todo está cambiando mucho más rápido que antiguamente y las universidades en realidad siempre han sido agente de esto, de cambio y de traer nuevas ideas, de gestarlas, de culminarlas y, a través de ello, fomentar el cambio. Sobre todo, una [universidad] como ésta que es un Instituto Tecnológico y al final son las tecnologías las que revolucionan».
El estímulo de acciones de interpretación, creando en el espectador un estado de participación activa.
Creo que son tiempos de ruido, de mucha información, de sobreinformación, de estridencia y, ya te digo, a la gente joven le parece muy bien porque están acostumbrados y es ‘dame más’ y mi abuela dice ‘pero ¿qué es esto? No lo puedo ni mirar’. Si me sintiera en deuda, me sentiría mal conmigo mismo; hay mucha gente que no le gusta, no puedes contentar a todos».
La producción de formas improbables evitando todo orden previsible.
La incorporación en el espacio pictórico de la incertidumbre y la sorpresa, la inestabilidad y el desplazamiento. La improvisación, la solución inmediata y la apropiación indebida del espacio público.
«Mi trabajo yo intento porque no sea regionalista, es decir, a mí me da igual estar pintando en Monterrey, que en Marruecos o en Tokio. Pretendo hablar a una generación que podrías ser de cualquier país del mundo y creo que avanzamos en esa dirección y eso me interesa mucho».
«Pero al mismo tiempo lo único que sí que hago de cara a los proyectos, independientemente del país o la ciudad que esté es fijarme cómo encajan fotográficamente los proyectos en el espacio (…) pero a nivel sociedad me da bastante igual el lugar del mundo en el que estemos porque creo que ahora mismo estamos todos muy conectados».
Formas angulosas, estructuras que ofrecen una expresión agresivo-activa. Direcciones inclinadas que dotan las figuras de un equilibrio dinámico.
«A mí me ha pasado muchas veces de pintar murales a lo mejor –concretamente este es un poquito más amistoso– pero de repente a veces pinto cosas muy abrumadoras: demasiada tensión compositiva, demasiados colores estridentes, mucho barullo, es un poco un reflejo de cómo siento yo los tiempos que corren».
El uso de computadoras como elemento eficaz del arte para introducir dimensiones complejas y exactas.
La intención de capturar la velocidad y la ingente información ultradinámica.
Pudiera llegarse a pensar que quien va tan rápido no disfruta sus trayectos, que de algo se pierde. Felipe es consciente de ello y reconoce la necesidad de la pausa como referencia de la velocidad.
«A nivel compositivo siempre para demostrar algo tienes que contraponerlo con un polo contario. Sin ir más lejos en estos murales se nota un mundo de velocidad y un mundo de descanso, los gradientes son optimistas que van hacia la derecha arriba y eso en percepción la derecha arriba es lo primero hacia dónde vas».
La exaltación de la eterna velocidad omnipresente, motor propulsor de lo absoluto.
Felipe Pantone hasta mencionó que le gustaría estudiar en esta universidad. Un halago que pudiera pasar por banal si se ignora que la velocidad implica movimiento y que es quizás ésa, junto con la urgencia por evolucionar, la esencia del Tecnológico de Monterrey.
Ya hace casi 20 años lo dijo Ricardo Elizondo Elizondo, cuando el Tec cumplía su 55 aniversario: «El Tecnológico puede asegurar que su única pauta rígida ha sido el movimiento».