Pedro Magaña nació en la Ciudad de México, pero radica en Monterrey. Su obra está llena de símbolos que provienen de una mezcla de ciencias exactas y misticismo. Aparentemente indescifrables, esos símbolos están más que claros para Pedro: se trata de un lenguaje que ha ido desarrollando con el tiempo con base en la geometría, la astrología, la astronomía, las matemáticas y hasta la música.
Para Pedro la música es el puente que logra establecer la conexión entre los humanos y lo divino. Asegura que antiguamente se creía que el sonido era la forma en que el ser humano buscaba esa conexión. “Inconscientemente hacemos música para tratar de conectar con una armonía gigante o más grande o universal que es como el sonido que se produce en el universo todo el tiempo que aparentemente no escuchamos, pero ahí está”, explica.
El mural en la Torre de Agua en la Colonia Primavera 1er Sector es la más reciente intervención del Programa de Arte Público de DistritoTec y es también una muestra de cómo ese sonido universal se refleja en la obra de Pedro.
Al reflexionar sobre la presencia de la música en su obra, Pedro se describe como una persona que piensa más en sonidos que en gráficos, pero es más gráfico que músico. Por lo que la música está dentro de su arte aunque no lo planee.
Para hacer este mural, Pedro tomó las coordenadas exactas de la torre (25o39’7.7’’N 100o16’52.3’’O) y las tradujo a ese lenguaje que ya tiene desarrollado. De ahí obtuvo los símbolos para cada número y luego agregó otros elementos como las fases lunares y la trayectoria del sol.
Debido a que las coordenadas están compuestas por seis conjuntos de números, la composición está dividida en seis partes iguales. Usar el número 6 responde también a la experiencia del artista con la geometría sagrada, que está hecha con base en un hexágono. Además de que el juego entre los números tres, seis o nueve forman parte del trabajo de Pedro.
En todos los elementos del mural hay una relación con los cuerpos celestes, como los dos círculos principales, uno blanco y uno negro, ubicados a 180 grados el uno del otro y que representan la trayectoria del sol. Uno de los círculos apunta hacia el Cerro de la Silla, el punto donde amanece, y el otro hacia el Tec. Mientras que los colores de los fondos aluden al amanecer y atardecer al ir del azul al rosa melón.
Pedro dice que le gusta trabajar con los astros porque nos indican el lugar donde estamos física o espacialmente, indican el tiempo, el paso del tiempo y el lugar donde nos encontramos. Inevitablemente, el transcurrir del tiempo habla de movimiento y cambio, dos aspectos que caracterizan la iniciativa de DistritoTec.
“Se me hizo importante y padre hacer esa conexión con lo que está pasando, sobre todo con el DistritoTec, todo lo que está cambiando y todo lo que está evolucionando y todo el movimiento, cómo funciona esto en base a algo a lo más magno que tenemos que son los planetas y el universo”.
En distintas culturas los tótems representan una insignia o un emblema que caracteriza a cierto grupo. Tal vez ahora la torre cobre protagonismo y se vuelva un verdadero tótem de esta colonia. Al preguntarle a Pedro si cree que eso suceda, dice que él no tiene el poder para determinarlo, pero sería increíble que así fuera.