Por inercia nos hemos creído el cuento de los puentes peatonales. En ese cuento el protagonista es el automóvil, el medio de transporte que más se beneficia del diseño actual de las calles; como antagonista está el peatón, un holgazán irresponsable que no hace uso de ellos; y como trama incuestionable tenemos los supuestos beneficios sociales, una serie de verdades a medias que desvían la atención del principal problema de fondo.
La historia raya en lo absurdo.
En este cuento el peatón se convierte en el culpable favorito de todos: si lo atropellaron es por algo, seguro no usó el puente peatonal por flojo. ¿Es que cómo se atreven a cruzar por las calles, qué no ven que es una vía rápida? Para eso están los puentes. Y ya entrados en esta dinámica, los disparates adquieren validez.
¿La solución al problema de los atropellamientos? Hay quien propone pintar siluetas de personas muertas debajo de los puentes, en la superficie de la calle, como recordatorio mortal de su negligencia; una diputada local de plano sugiere la figura del corral urbano, es decir, colocar una malla ciclónica o un muro de contención en la carpeta asfáltica que divide a los carriles vehiculares, esto para obligar a los peatones a usar los puentes.
Y después del absurdo, la humillación. ¡Hasta los perros usan los puentes peatonales! Qué vergüenza, «una cátedra de educación vial es lo que deberían de enseñar estos perros a los regiomontanos», sentencia (sin ironía) una nota publicada en un medio local.
Lo que no nos dice este cuento es que existen mejores alternativas, como los cruces peatonales a nivel de calle. Al no tener como referencia esa otra realidad, no nos damos cuenta que los puentes peatonales discriminan. ¿Qué pasa con las personas de la tercera edad? ¿Las mujeres embarazadas? ¿O simplemente aquellas personas que van cargando cosas pesadas, desde el mandado hasta la mochila de la escuela? ¿Qué tal aquellos que van en silla de ruedas o que tienen alguna discapacidad? Los más reacios dirán que hay puentes con rampas, ¡úsenlos, no arriesguen sus vidas! Lo que no se cuestiona es que esas rampas representan un esfuerzo extra que debería ser innecesario.
¿Por qué razón tendrían los usuarios predilectos de la calle que enfrentarse al reto de subir ene cantidad de escalones y, de paso, alargar su caminata cientos de metros más? Ellos no tienen la culpa, ni siquiera los automovilistas. A nivel de calle, los peatones deberían tener prioridad, así lo marca la jerarquía del Reglamento de Tránsito y Vialidad del Municipio de Monterrey. Pero en la realidad, aún no la tienen.
Si hay algún culpable aquí es el trazo urbano, producto de una distorsionada manera de concebir a las ciudades para satisfacer primordialmente las demandas del automóvil: idealmente, con vías anchas y rápidas, sin obstáculos de por medio (semáforos, cruceros, etc.). Con esta falla de origen, los puentes peatonales se entienden como una especie de limosna urbana, un favor disfrazado de beneficios sociales para las personas que andan a pie.
Lo que ponen en evidencia es el malogrado diseño de las vías que comunican a la ciudad, pues las vías rápidas dentro de las zonas urbanas se convierten en barreras físicas que dividen. Tal vez no lo vemos porque estamos inmersos en el camino, con las manos al volante. Qué ironía, al mismo tiempo que nos conectan a grandes distancias, nos desconectan en distancias cortas.
La prioridad ha sido darles fluidez a las vías rápidas, sin semáforos, para atender principalmente las necesidades del automóvil y no las del resto de los usuarios. Bajo esta lógica, los puentes peatonales se convierten en los mejores aliados del automóvil, están ahí para agilizar el tráfico, a diferencia de los cruces peatonales que estorban el libre y veloz paso del auto.
Además, hay que agregar un ingrediente extra, o mejor dicho un actor más interesado en su proliferación: la industria de la publicidad fija.
Es más fácil visualizar la estructura de un puente peatonal sin personas que con la ausencia de anuncios publicitarios. En eso consiste la razón de ser de muchos de ellos: los puentes peatonales como escaparates de la publicidad. Su ubicación no responde a las necesidades de movilidad de los peatones, sino a la visibilidad que puedan obtener de automovilistas que circulan por avenidas o calles de tránsito pesado. Después viene la embarrada de justificación social.
Una nota publicada en Milenio a mediados de julio de 2013 así lo constataba: 20 de los 134 puentes peatonales que tiene la ciudad de Monterrey reciben mantenimiento del Municipio, los demás son privados. Detrás de ellos están empresas que se dedican a vender espacios publicitarios fijos, y dentro de sus productos aparecen los puentes peatonales.
No al puente peatonal de Av. Revolución y Playa Zihuatanejo
Quizá en esta misma línea publicitaria se ha iniciado la construcción de un puente peatonal en la esquina de Playa Zihuatanejo y Av. Revolución, en la zona cercana a Nuevo Sur, que desemboca en… un lote baldío.
Vecinos de la Col. Primavera se han manifestado en contra de su construcción. Sin previo aviso y de un día para otro, apareció en la lateral de Av. Revolución la estructura que sostendrá a este nuevo puente peatonal que carece de justificación. Los vecinos argumentan que ellos no lo solicitaron y acusan que la construcción es una imposición, pues aproximadamente a unos 250 metros hay un crucero peatonal a nivel que permite el acceso hacia Nuevo Sur.
Desde DistritoTec manifestamos todo nuestro apoyo a los vecinos de la Col. Primavera y nos sumamos a su protesta. Una construcción de este tipo tiene que ser informada al Consejo de Vecinos de DistritoTec (y no fue el caso), tal como lo establece el Programa Parcial de Desarrollo Urbano DistritoTec, documento que, por cierto, defiende la prioridad del peatón en las políticas de movilidad urbana.
¿Qué caso tiene construir un puente que no fue solicitado por vecinos para conectar de un lado de la calle a un lote baldío, teniendo un cruce peatonal a nivel de calle a unos doscientos metros? Los vecinos de la Col. Primavera acusan que se trata de una «medida recaudatoria por medio de publicidad».