Caminar por el Parque de Bolsillo en la esquina de las avenidas Luis Elizondo y Junco de la Vega ha transformado la experiencia de transitar y estar por el área: ahora se puede comprar un café en Tētecoloh, platicar con alguien más en las mesitas, jugar en los columpios o pasar el rato en los puffs.
Todo lo que está sucediendo en este nuevo espacio se está dando con tanta naturalidad que es fácil pensar que siempre se ha dado de esta manera. Pero no hay que olvidar que antes, al pasar por el área, rodeábamos una reja que contenía un espacio verde, aislado, al que permanecimos ajenos por mucho tiempo. Ahora, con la naturalidad del uso que le estamos dando, nos damos cuenta de los necesario y placentero de compartirlo con el público.
El pequeño parque se inauguró apenas hace unos meses a un costado del Centro Deportivo Tecnológico (CDT), acompañado de otro más pequeño en la esquina de la Av. Luis Elizondo y la calle Dover, y al poco tiempo ha logrado crear un impacto positiva en la vida de la comunidad y de quienes transitan por ahí. Lo que antes era una zona con poca iluminación, un tanto descuidada y en ocasiones peligrosa, se ha convertido en un punto de encuentro gracias a la voluntad del Tecnológico de Monterrey de compartir espacios de su perímetro con la comunidad del DistritoTec.
«Me parece que lo que más incrementó fue la seguridad porque antes la gente decidía no pasar por esta área, incluso pedían taxis para llegar a sus casas o esperaban al Circuito Tec. Ahora he visto gente en la noche que aprovecha el camino para llegar a sus casas», comenta Juan Pedro, estudiante de medicina y vecino de la zona. Y agrega que, después de seis años de vivir en la zona Tec, ha visto cómo ésta se ha vuelto más incluyente ya que estos espacios no sólo son aprovechados y compartidos por los estudiantes, también por personas de la comunidad y de otras áreas de la ciudad.
En el caso de Alejandra y Kenia, la transformación se ha consolidado frente a sus ojos desde el puesto del Tētecoloh donde trabajan como baristas. Ambas han notado cómo el anterior sentimiento de incomodidad al pasar por las banquetas rotas y de vulnerabilidad frente al automóvil, se ha convertido en placer al poder caminar por un camino sombreado y animado.
«La gente prefiere cruzar por aquí y aunque a veces no es su intención hacerlo, se ven atraídos por el espacio y las personas y llegan al parque», compartió Alejandra. «Se ven más familias, niños y gente con mascotas, el lugar ha cobrado vida».
Para los vecinos, el lugar también ha llegado como un alivio en sus rutinas. Carlos, vecino de San Juan Bosco y peatón asiduo de la zona, recordó lo difícil que era antes cruzar y caminar. «Ahora, el camino es más fácil, parejo y corto. Son detalles pequeños pero que significan una mejora muy grande en la calidad de vida», observó.
El proyecto de revitalizar pequeños parques como éste tiene como finalidad activar espacios subutilizados por el Campus Monterrey para el disfrute público. El área, antes desaprovechada, se ha convertido en una zona verde para demostrar que la ciudad y la naturaleza pueden vivir en perfecta armonía y que no son exclusivos uno del otro.