Interesarse por una ciudad tiene que ver con pensarla, caminarla y, de algún modo, sentirla irremediablemente. En cada calle se revelan para los paseantes secretos que permiten leer la ciudad, y la experiencia en su conjunto es –en palabras del escritor Vicente Quirarte– un acto de amor y conocimiento.
Pero como bien señala la sabiduría popular: hechos son amores. No basta con decir que se ama la ciudad, hay que salir a su encuentro. Recorrerla para saberla, cuestionarla, pero, sobre todo, actuar para cambiarla porque nos reconocemos y nos soñamos en ella. Si hay alguien en el distrito que ha entendido que en el trabajo constante se encuentra la declaración de amor más profunda a la ciudad, son los vecinos de la colonia Residencial Florida.
Sus 14 manzanas se distribuyen como abrazando el parque que se ubica a un costado de la Prepa 15. Este hecho no es trivial, es un símbolo que habla de la historia de toda una comunidad que ha salido a la calle, con todo lo que ello implica, porque no sólo han cruzado el umbral de su puerta, sino porque se han atrevido –y se siguen atreviendo– a construir un sueño que es más grande que el “yo” porque forzosamente parte de un “nosotros”.
Sin embargo, este fenómeno que hoy es visible no ocurrió de un día para otro y tiene su epicentro en el parque de la colonia.
La Residencial Florida surgió a finales de los años setenta. En ese entonces el parque no era más que un árido lote baldío que, en teoría, la empresa constructora había prometido convertir en parque, pero no sucedió.
Con más ganas que experiencia, algunos vecinos iniciaron un lento proceso para tratar de transformar el lote en una especie de parque. A pesar del esfuerzo inicial, no pudieron darle la apariencia requerida. Con el descuido y la falta de mantenimiento, en la década de los ochenta se asomó la posibilidad de perder el terreno, ya que la Preparatoria No. 15 de la UANL mostró interés de extender por ahí sus instalaciones.
Ante la posibilidad de quedarse sin terreno para el parque, los vecinos de Residencial Florida comenzaron a platicar y organizarse 15 años después de habitar en la colonia. Así fue como en 1992 surgió la idea de formar una Mesa Directiva con el propósito de defender el terreno y convertirlo en el parque que es hoy en día; pero no fue hasta el 23 de marzo de 1994 que quedó oficialmente constituida la Mesa Directiva de la colonia Residencial Florida.
El proceso no fue sencillo, los vecinos, seguros de lo que querían, negociaron al tú por tú con el gobierno municipal. El resultado fue un acuerdo en el que los colonos pagarían la mitad del costo del parque y el gobierno el resto.
En aquel lejano 1994, la Sra. Maricela, presidenta de la colonia, junto con “las muchachas” –como se refiere con cariño al equipo de trabajo– pidieron un préstamo y empezaron a trabajar desde el minuto uno para conseguir el dinero. Hicieron de todo: bailes, loterías, vendieron cenas y hasta barbacoa. Los vecinos de la Residencial Florida siempre han entendido que los sueños no se regalan y la satisfacción más grande no reside en los resultados, sino en que cada uno de los involucrados sea capaz de dar lo mejor de sí en el proceso.
De los fresnos frondosos del parque a los saludos efusivos que es posible escuchar entre las calles, las dinámicas de la Residencial Florida son un ejemplo vivo de interiorizar la corresponsabilidad por años. En el fondo, se resguardan dos principios básicos: el cuidado de lo de todos como si fuera propio y el agradecer siempre cualquier aportación que se haga para esta tarea.
Como resultado tenemos una colonia que ha trabajado adelantada a lo que el contexto le exige. Los vecinos han sido ojos en la calle desde hace años porque se conocen y se aprecian más allá de la cordialidad. La incidencia delictiva en la colonia es de las más bajas del distrito, porque la mesa directiva se ha ocupado en hacer sentir a su policía de barrio como lo que es: un miembro valioso de la colonia.
Pero los vecinos siguen sorprendiendo, no se conforman con el estado de las cosas, aun y cuando da la impresión que nada pudiera ir mejor en la colonia. Los colonos saben que el amor se profesa todos los días y se cultiva a través del tiempo, así es como su amor por la Residencial Florida los ha llevado a sumarse al Programa de Reforestación para enverdecer sus calles, incluso han iniciado trabajos para remodelar su orgullo más grande: el parque de la colonia.
Esta actitud no parte de una ambición desmesurada por tener más y más; por el contrario, tiene que ver con la humildad que requiere aceptar que no se sabe todo y que es necesario aprender todo el tiempo. La colonia Residencial Florida, con todo y sus décadas de experiencia, se ha integrado a los procesos vecinales del DistritoTec con disposición a escuchar, y en el proceso ha terminado por enseñarnos a los miembros de la iniciativa y a los integrantes del Consejo de Vecinos lo que es amar el espacio compartido.
Amar la colonia tiene que ver con dejar que el trabajo hable por los vecinos y no detenerse en puntos, comas y estatutos. Porque los hechos nos dan a conocer como persona y ello permite que todos los procesos de mejora sumen a la confianza entre los vecinos. Al final, se redefine la participación ciudadana desde un modelo práctico: uno que tiene que ver más con la actitud con la que salimos a la vida todos los días que con un ideal.
En DistritoTec queremos que en las 24 colonias que conforman el polígono se vivan las grandes ideas. Que los parques, cafés y banquetas sirvan de pretexto para que aquellos que quieren –o queremos– cambiar al mundo se encuentren, se reconozcan y se pongan a trabajar en ello.
Pero llegar a ese punto no es fácil, requiere amar la ciudad como la aman los vecinos de la colonia Residencial Florida. Amar lo que es de todos de una manera tan profunda e inquieta que con tan solo decirlo sentimos urgente voltear a ver a nuestros vecinos y comenzar a construir el distrito que soñamos.