Desde hace ya más de 4 años, todos los miércoles alrededor de las 7:30 de la tarde inicia su recorrido desde el Auditorio Luis Elizondo el colectivo La Estampida. Ruedan en grupo y al verles pasar uno recuerda que moverse sin el carro es posible, que podemos transitar sin que nadie corra peligro.
Y es que hay algo subversivo en andar en bicicleta y más aún en organizarse para hacerlo; pero más allá de eso, hay mucha diversión y cariño en el proceso y es por eso que quienes integran La Estampida se animan a hacerlo semana a semana.
Así se explica que sea indescriptible el “tipo” de persona que asiste a La Estampida. Hay literalmente de todo: desde los estudiantes foráneos que estudian en el Tec, familias, hasta las personas que van saliendo del trabajo y todos se reúnen por la alegría de rodar en compañía.
Polo es uno de los integrantes de La Estampida. Para él, rodar ha sido un proceso de perder el miedo y ganar de a poco las calles y la ciudad. Se decidió a rodar por primera vez porque vio a La Estampida pasar frente a su casa, traían un altavoz y se echaban porras e invitaban a la gente a sumarse a la rodada. Le pareció que se divertían mucho y quiso participar.
“En un principio fue por cuestión de salud y por novedad. Con el tiempo aprendí a andar en bicicleta en grupo. Aprendí que tenemos un lugar en las calles, que las calles no son exclusivamente de los automovilistas. A mí me daba miedo andar así y ahora la bicicleta ya es mi forma de transporte”, comenta Polo.
El grupo ha ido evolucionando, pero siempre se ha caracterizado por su diversidad.
“La gente venía en shorts o pantalón de mezclilla, había mujeres hasta en vestido. Yo traía a mi hija, en ese entonces tenía tres años, y la traía en un portabebés. Por eso rodábamos mucho más despacito y menores distancias, era un colectivo muy muy urbano y fue evolucionando”, continúa.
La Estampida buscaba eso, servir para romper el miedo. Cuando nos encontramos, el peligro se disipa porque unos cuidan de otros.
“Aquí los nuevos son los que marcan el paso”, añade Karen, una de las integrantes del colectivo. Tony, otro integrante, la complementa y recuerda que en un inicio hacían rodadas de 4 a 5 km, para ir ganando confianza y vencer la barrera del temor entre todas y todos.
“Yendo a lugares cada vez más lejanos fuimos rompiendo las barreras del miedo. Tomamos el desafío y fuimos creciendo las distancias. Se tomó la confianza para salir a cualquier parte de la ciudad y conocer qué rutas puedes seguir y descubrir. Y al final es divertido, muy divertido, andar en la bici, ver y conocer todos los lugares. Es como ir de copiloto que puedes ir descubriendo todo lo que hay. Así cuando vas en bicicleta”.
Las personas del colectivo reconocen que andar en bici cambia la forma en que te mueves en la ciudad, incluso cuando les toca cambiar de rol y moverse en auto.
“Tomas conciencia, el hecho de ir en bicicleta te vuelve como más vulnerable y cuando regresas a ser automovilista respetas más no sólo a los ciclistas, sino también a los peatones y a otros automovilistas. Obedeces más las reglas de tránsito y de vialidad” reconoce Salvador, un estudiante del Tec que forma parte de La Estampida y que es uno de los miembros más jóvenes.
Tony sentencia que el automovilista siempre estará desesperado y suelta una carcajada. Hay una alegría que es propia de la gente que venció el miedo a moverse de otra forma o quizás tenga más que ver con lo que siente David cuando anda en bici:
“Yo siento que es una sensación muy padre porque sientes esa libertad de ir pedaleando y sientes el viento. Te sientes bien. Yo cuando salgo a pedalear, aunque ande estresado, todo se me olvida y termino sintiéndome feliz”, dice David y se sonríe. David viene con su tío a las rodadas de La Estampida.
A lo largo de ya casi 200 rodadas les ha tocado vivir de todo en las calles, pero en general señalan que las interacciones que han tenido en la calle son positivas.
La Estampida sigue viva por el esfuerzo que representa porque la ciudad sea para todos y se respeten todas las formas de circular. El camino es largo y falta por hacer, pues como señala Karen: “¿Cómo puede haber zonas en la ciudad donde no puedes siquiera circular caminando?”.
Esperamos que La Estampida siga y siga acumulando rodadas y siga despertando en las personas la curiosidad por permitirse, aunque sea una vez, transitar de otra forma la ciudad.
“¿Qué tiene la estampida que atrae a todo mundo? Compañerismo”, dice Andrea y en esa frase encierra la noble misión de La Estampida para entender la ciudad como algo que se construye y hace sentido sólo si se vive en comunidad.