Sucede algo curioso entre peatones y automovilistas al momento de cruzar por una calle en Monterrey, una especie de danza peligrosa y poco coordinada delata una cultura vial sesgada por el dominio del automóvil.
«¿Paso o no paso?» nos preguntamos al asomar un pie por la calle, mientras hacemos un complejo cálculo mental para medir la distancia entre el punto de partida, nuestro destino y la velocidad en que los vehículos llegan por una o más direcciones. «¿Lo dejo o no lo dejo pasar?» nos preguntamos al asomar el pie en el freno, mientras decidimos si dejamos pasar al peatón que intenta cruzar (decisión que depende muchas veces de la presencia o ausencia de algún oficial de tránsito).
No debería ser así, pero pasa de todo en nuestras calles y avenidas.
A veces los peatones ponemos el desorden. Cuando no respetamos el cruce señalado y nos aventamos al ruedo en medio de la calle, ponemos en riesgo nuestra seguridad y la de los demás; pero a veces sucede que los cruces ni siquiera cuentan con el paso de cebra bien señalizado sobre el pavimento y, pues, no queda de otra mas que jugar la danza con los automóviles. Calcular, esquivar y avanzar.
A veces los automovilistas ponemos el desorden, somos egoístas y nos sentimos dueños de la calle detrás del volante. Cuando tenemos tanta, pero tanta prisa (como si no existiera nadie más en la ciudad con prisa), no entendemos que solo es un instante lo que nos toma cederle el paso a aquellos que van a pie; y cuando nos despertamos de buen humor y decidimos frenar, no falta quien se ponga histérico con el claxon detrás de nosotros.
Peor aún, cuando por fin se da un intercambio de cordialidad y el automovilista frena en favor del peatón, hay veces que éste decide caminar acelerado o hasta correr, ¡pidiendo una disculpa!, como si le hubiera dado pena interrumpir el paso –de por sí acelerado– que llevan los vehículos.
La disputa entre automóviles particulares, transporte público, algunos valientes ciclistas y peatones es una realidad en buena parte de las calles de la ciudad. Esa danza poco coordinada es peligrosa, su constante repetición solo nos lleva a perpetuar la falsa creencia de que los problemas de Monterrey se reducen a los baches, el tráfico y todo aquello relacionado a la infraestructura vehicular.
Es momento de aceptar que tenemos una sesgada manera de entender la cultura vial en la ciudad y que tiene repercusiones en el diseño desordenado y confuso de nuestras calles. Así como existen varios cruces e intersecciones que se han convertido en verdaderos pasos de la muerte para los peatones, también hay varios cuellos de botella que entorpecen el tráfico para los vehículos, generan contaminación y estrés.
Quienes manejamos o caminamos todos los días en la rotonda de la Av. Eugenio Garza Sada, ubicada justo enfrente de la entrada principal del Tecnológico de Monterrey, lo sabemos y lo vivimos. Tan solo en 2015 se registraron 86 accidentes vehiculares en esa intersección, según datos proporcionados por la Secretaría de Seguridad Pública y Vialidad de Monterrey, convirtiéndose en el punto con el mayor número de percances en el corredor que va de Río Pánuco y Av. del Estado, hasta Ricardo Covarrubias, Blvd. Primavera y Av. Revolución.
Bajo el actual diseño de la rotonda Garza Sada, los accidentes vehiculares representan apenas uno de los varios problemas estructurales que se repiten por las calles de la ciudad: la zona es propensa a inundaciones, tanto en banquetas como en la vialidad; la iluminación es deficiente, lo que provoca desconfianza para caminar de noche; las banquetas están en mal estado o invadidas y entorpecen el paso de los peatones; el cableado eléctrico es abundante y la contaminación visual le da una mala imagen urbana a la zona.
La buena noticia es que podemos revertir esta situación bajo un nuevo modelo de corresponsabilidad y cooperación. A diferencia de otras obras con impacto en la vialidad, en donde los usuarios ven de manera pasiva la instalación de cordones y anuncios de «mantenimiento» (casi de la noche a la mañana), el proceso de rediseño de la rotonda Garza Sada ha sido incluyente, abierto y participativo.
El mejoramiento de los corredores viales en el DistritoTec es un área de oportunidad que los vecinos identificamos desde 2014, durante la etapa del diagnóstico participativo. Desde entonces soñamos con calles seguras y bien iluminadas, banquetas amplias, zonas arborizadas y accesos universales. Ese sueño comenzará a materializarse con la transformación de la rotonda Garza Sada.
Aunque la intervención podría parecer minúscula por sus dimensiones (no se trata de un puente, paso a desnivel u otra obra de mayor magnitud), la rotonda cumple una función estratégica en esta zona de la ciudad: es el paso de entrada al campus insignia del Tecnológico de Monterrey, el espacio público inmediato que conecta a la institución de educación superior de mayor renombre en el país con su comunidad.
No solo eso, con la transformación de la rotonda Garza Sada podemos contagiar de buenas prácticas urbanas a la ciudad. Un efecto dominó que inspire a vecinos y visitantes a imaginar mejores calles, bien iluminadas, con banquetas amplias y niveladas que permiten la accesibilidad universal, con un adecuado soterramiento de cables que mejoren la imagen urbana, con árboles que den sombra y más áreas de absorción que ayuden a detener inundaciones, con semáforos bien sincronizados para mejorar la eficiencia vial y la seguridad de los peatones, y con una geometría vial bien pensada que facilite la circulación de los vehículos.
Aquella rotonda gris, con banquetas resquebrajadas, con cruces confusos y que no inspira seguridad porque queda prácticamente en oscuridad en las noches, será reimaginada y transformada a partir del diseño propuesto por Mario Schjetnan, renombrado paisajista mexicano. Schjetnan ha trabajado en proyectos como la rehabilitación del Bosque de Chapultepec y la integración de un sistema de parques y jardines en el desarrollo residencial Valle Poniente, en San Pedro Garza García.
Sabemos que vienen días incómodos, pero apelamos a la paciencia y comprensión de todos, vecinos y visitantes, durante el avance de la obra.
Esta es una oportunidad para comenzar a moldear la cultura vial que deseamos en nuestro Distrito, con una visión más cordial e incluyente, que piense tanto en los flujos vehiculares como peatonales; con calles que tengan la señalización adecuada para minimizar los riesgos de accidentes; y con un diseño que protege la salud y la vida de todos los usuarios.
Una nueva danza coordinada entre peatones y vehículos es posible, y con el rediseño de la rotonda Garza Sada podemos imaginar por primera vez un espacio amigable y seguro para la movilidad, en donde la buena convivencia entre peatones y vehículos sea un fenómeno cotidiano y no una anomalía.