Para este ejercicio el Tec decidió remover y recorrer unos metros hacia adentro la reja de la esquina que se forma entre Fernando García Roel y Junco de la Vega, con el objetivo de habilitar un espacio de aproximadamente 700m2 en el que Lydon y los alumnos de Arquitectura experimentaron con el urbanismo táctico. De ser un pequeño jardín enrejado sin uso, el sitio se convirtió durante dos días en un lienzo urbano en donde botes de pintura de base de agua, bloques y cilindros de concreto, polines de madera, triplay, llantas viejas y otros materiales fueron usados para moldear un espacio temporal con bancas que antes no existían.Vivimos en la era de la pantalla. Nuestra mirada se posiciona gran parte del día en ellas, ya sea en computadoras o dispositivos móviles, por puro ocio o como parte de las herramientas del trabajo. Los pixeles se han convertido en una especie de filtro, algo así como la digitalización de la realidad.
Como muchas otras disciplinas, actualmente la práctica de la arquitectura pasa mucho por la pantalla. La representación de diseños y proyectos en computadora nos dan una idea de las posibilidades de transformar los espacios. La representación digital no tiene nada de malo per se; es muy útil, funciona como una ventana al futuro para imaginar lo que puede llegar a ser.
Sin embargo, para cierto tipo de proyectos de transformación de espacios –sobre todo públicos– hay quienes proponen un paso previo al diseño: ir al sitio, modificarlo temporalmente utilizando materiales de bajo costo, ver qué pasa, medir el comportamiento de la gente, probar otra vez, reconfigurar, volver a empezar.
Con este enfoque un grupo de arquitectos y planificadores urbanos en Estados Unidos comenzaron a ver los beneficios de hacerlo en pequeñas intervenciones en el espacio público. Las transformaciones fueron un éxito; dejó de ser solo un enfoque para convertirse en un verdadero movimiento al que llamaron tactical urbanism o urbanismo táctico, que en esencia se ha convertido en una guía práctica para intervenir y mejorar, a través de acciones colaborativas con la comunidad, espacios urbanos que no son amigables, no son utilizados o no son incluyentes. Además, ahora se está aplicando en proyectos de gran escala, no solo en pequeñas intervenciones; por ejemplo, para probar la inclusión de ciclovías en el centro de la ciudad de Los Angeles, se utiliza el urbanismo táctico en los suburbios con una función educativa para que la gente aprenda de qué van las ciclovías.
Mike Lydon es la cara del urbanismo táctico. Lydon es un reconocido planificador urbano que forma parte de la firma Street Plans con sedes en Miami, San Francisco y Nueva York. Junto a Anthony Garcia es coautor de un par de publicaciones sobre el urbanismo táctico que aparecieron primero como guías en PDF (versión uno y versión dos) y cuyo éxito hizo que se convirtieran en libro, despertando la curiosidad de entusiastas de la transformación de las ciudades. Gracias a esto, Lydon ha tenido la oportunidad de participar en conferencias y dar pláticas sobre el movimiento, así como colaborar y ser invitado a intervenir espacios alrededor del mundo, incluyendo Monterrey.
El 9 y 10 de marzo, Lydon estuvo de visita por cuarta ocasión en la ciudad a invitación de la Escuela de Arquitectura, en sintonía con el esfuerzo que encabeza el Tecnológico de Monterrey a través de DistritoTec para darle un nuevo uso público a algunos de sus espacios perimetrales que se habían mantenido subutilizados, así como para flexibilizar las fronteras del Campus Monterrey con el propósito de integrarse más a su comunidad inmediata. En colaboración con alumnos y profesores de la Cátedra de Urbanismo Ciudadano, Lydon encabezó un ejercicio académico de urbanismo táctico para experimentar las diferentes posibilidades en las que se podría activar la esquina que se forma en la intersección de las avenidas Fernando García Roel y Junco de la Vega, a espaldas del CIAP y enfrente de Residencias 3.
«Estamos tratando de hacer más segura y amigable esta calle para los peatones», dice Lydon en entrevista, sentado en una banca improvisada en un espacio temporal sobre una parte del arroyo vehicular. «Lo que hicimos fue reclamar una gran porción de la esquina de asfalto, usando conos y llantas viejas para demarcar este espacio y que pueda ser usado por la gente, no nada más para automovilistas. La idea es que la gente venga, camine, tome asiento y tenga una conversación».
Como antecedente de este ejercicio están los dos parques de bolsillo que el Tecnológico de Monterrey inauguró recientemente: el más grande ubicado en la esquina de las avenidas Junco de la Vega y Luis Elizondo, a un costado del Centro Deportivo Tecnológico (CDT); el más pequeño en la esquina de la Av. Luis Elizondo y la calle Dover. Ambos espacios forman parte de una estrategia más amplia del Campus Monterrey que considera aproximadamente unas 18 hectáreas con posibilidad de abrirse al público, con el objetivo de replantear los bordes del Campus para establecer una conexión positiva con su entorno urbano. Aunque con un enfoque diferente, en ambos casos se hicieron mediciones (flujo peatonal) y proyecciones (usuarios potenciales) para diseñar y habilitar los espacios. Es decir, son mucho más que proyectos estéticos que embellecen el entorno, porque además de cumplir con una función pública en sitios que no la tenían, están replanteando la manera en que el Campus Monterrey convive con su entorno al flexibilizar y ablandar, de manera amigable, sus bordos perimetrales.
«Creo que estamos comenzando a ver un círculo virtuoso en donde las calles y la ciudad cada día mejoran mientras las personas se involucran más en reclamarlas suyas».
— Mike Lydon
Para este ejercicio el Tec decidió remover y recorrer unos metros hacia adentro la reja de la esquina que se forma entre Fernando García Roel y Junco de la Vega, con el objetivo de habilitar un espacio de aproximadamente 700m2 en el que Lydon y los alumnos de Arquitectura experimentaron con el urbanismo táctico. De ser un pequeño jardín enrejado sin uso, el sitio se convirtió durante dos días en un lienzo urbano en donde botes de pintura de base de agua, bloques y cilindros de concreto, polines de madera, triplay, llantas viejas y otros materiales fueron usados para moldear un espacio temporal con bancas que antes no existían.
La intervención no pasó desapercibida. La esquina que lucía gris, enrejada y cuya función se limitaba a ser un borde de paso se convirtió temporalmente en una nueva área verde de convivencia, con bancas y, la cereza en el pastel, hasta un foodtruck.
A esto se refiere Lydon cuando habla de crear experiencias reales: con el urbanismo táctico se pueden hacer renders tridimensionales. «Parte del reto que tienen los arquitectos y planificadores urbanos de imaginar y de proponer cambios tiene que ver con que se queda a nivel bidimensional, es estático, está en una pantalla, una computadora o está impreso en un mapa», reflexiona. «Se queda a un nivel muy abstracto para la mayoría, la gente ve cambio y se siente amenazada. Lo que nosotros tratamos de hacer es crear experiencias reales que llamamos algo así como renderear en tiempo real».
Para Jorge Salinas, profesor de la Cátedra de Urbanismo Ciudadano y quien estuvo acompañando el ejercicio académico, el urbanismo táctico «brinda la posibilidad de ir generando pruebas, de ir educando en este caso a los alumnos pero también a la sociedad» sobre las pequeñas pero grandes mejoras que se pueden hacer en el espacio público, con la ventaja de que es temporal y de bajo costo: si funciona, perfecto; si no, no pasa nada, se aprende y se cambia el enfoque y se vuelve a comenzar. Para el caso de esta esquina a espaldas de CIAP, el ejercicio temporal de urbanismo táctico dará información relevante para diseñar próximamente un espacio permanente al estilo de un parque de bolsillo.
Sobre la percepción de inseguridad que le genera a algunas personas la apertura de este tipo de espacios, Salinas aclara que el miedo al cambio es normal. En este caso, «el bordo sigue existiendo, pero es un bordo que se vuelve más amable, este tipo de proyectos lo que genera es más actividad en la calle y eso va a hacerla más segura».
El miedo al cambio no es endémico ni del regiomontano ni del mexicano. La experiencia internacional que tiene Mike Lydon es prueba de ello. «No importa en qué parte del mundo estés, ya sea México, Estados Unidos, Italia o Australia, realmente no importa, a la gente no le gusta el cambio», pero durante los seis años que lleva viajando por el mundo ha sido testigo de cómo pequeños ejercicios de urbanismo táctico han sido benéficos para cambiar la idea que se tiene del barrio, de la colonia, de la ciudad.
Quizá lo más importante de intervenir intersecciones dominadas por el automóvil en beneficio del peatón es crear encuentros y conexiones sociales que de otra manera no se hubieran dado. Para Lydon, el poder provocar esas interacciones y conectar a la comunidad a través de estas pequeñas acciones es algo muy poderoso.
A lo largo de sus visitas a la ciudad, Lydon ha podido constatar un cambio importante. El Monterrey que vio convulsionado en 2011 no es el mismo que ahora ve en marzo de 2017, particularmente en el marco de lo que se está haciendo en el DistritoTec. «Hoy vi dos de los parques de bolsillo que son grandes microproyectos que envían un mensaje muy importante: estamos invirtiendo en el ámbito público, es seguro aquí, puedes usar este espacio y mientras la gente se sienta cómoda usándolo, eso hace más seguro el espacio. Creo que estamos comenzando a ver un círculo virtuoso en donde las calles y la ciudad cada día mejoran mientras las personas se involucran más en reclamarlas como suyas».
Sobre el potencial que tiene DistritoTec para convertirse en un lugar de encuentro, Lydon dice: «Si ves las calles alrededor del Tec, todos estos tipos de espacios están ocultos pero a la vista, existen y los podemos reclamar y usar para diferentes propósitos».
Con pequeños ejercicios como el del urbanismo táctico, no queda duda que está en nosotros impulsar la transformación de la ciudad. El Tecnológico de Monterrey ha entendido que permanecer paralizado y sumarle más metros de altura a las rejas no generan las condiciones ideales para mejorar la convivencia con la comunidad, una comunidad que ha crecido a lo largo de décadas junto a la institución educativa. Experimentar con bordes más amigables para todos, con espacios habilitados para la convivencia pública, es la manera en la que el nuevo Plan Maestro del Campus Monterrey pretende darle vida, actividad y transparencia a lo que sucede en las fronteras del campus.