Todo inició con un tag, una firma cerca de la cuadra donde vivía, fue una experiencia cortesía de un cercano amigo de sus últimos años de primaria. Esa primera firma fue la que desencadenó todo: los primeros acercamientos al graffiti, la búsqueda por un nuevo nombre, la consolidación del mismo, la exploración tipográfica y la abstracción de todo lo anterior.
Aunque se ríe cuando piensa en cuánto ha cambiado su obra, plantea su trayectoria como una serie de bloques de distintos tamaños que se acomodan y reacomodan con el tiempo. El origen de todo: el graffiti y los tags, la búsqueda de una identidad y de hacer un espacio propio.
Su proceso lo llevó a utilizar tipografías y exploraciones de las letras, buscando abstraerlas al grado de dejarlas irreconocibles. Comenzó a explorar ideas más universales, sin acotarse a su propio nombre, hasta completar esta abstracción propia mediante el uso de personajes. Cada personaje que plasma en su obra tiene su propio proceso de cambio y de relación con el entorno, llevando a la siguiente reflexión: la obra debe jugar con el contexto hasta convertirse en un registro del mismo.
BlastO ha encontrado la forma de envolverse en un proceso constante de cambio sin caer en la incoherencia; su obra se ha ido expandiendo en muchas direcciones sin ser contradictorias. Después de sus exploraciones con el contenido y la forma, empleó una serie de materiales y herramientas que terminaron de “amarrar” su trabajo manteniendo siempre una misma columna vertebral: su trabajo le pertenece a la calle.
“En general, (mi trabajo) ha cambiado mucho desde aquél entonces, lo que creo que se conserva es las ganas de dejar algo en la calle, que esté a la vista, que pueda tener un número grande de lecturas, que sea abierto”.
Esta posibilidad infinita de lecturas es una de las motivaciones más grandes detrás de la intervención 17 del Programa de Arte Público de DistritoTec. BlastO reconoce que lo que nutre a este muro de su significado es la interpretación personal de quien la observa. En esta plática entre el artista y el resto de nosotros, lo que se nos regala es un recorrido a través de la llegada a un espacio donde ya hay historia e información acumulada, donde llegamos a romper y generar un cambio.
“Incluso pueda haber algo que pase por una descomposición para después darle paso a algo nuevo y en este preciso lugar cae en un momento justo porque, de hecho, el entorno se está transformando, somos testigos de que las cosas se están moviendo y quizás este muro sea el registro de ese preciso momento en el que todo se estaba reajustando”.
Para el artista regio, esta ciudad está envuelta en un constante reacomodo de sus piezas. Hace alusión a esta inercia con la paleta de color de su obra representando un cuerpo que genera este cambio. El “sol” de pintura metálica se encarga de hacer que el mismo muro cambie durante las 24 horas del día, absorbiendo y reflejando los tonos cálidos y fríos.
Este proceso se contrapone con los demás elementos que, aunque parecen aislados, no lo están. Son una respuesta al entorno y a todo lo que sucede en las demás partes del muro, esta comunicación entre elementos es evidencia de que las acciones de unos generan las reacciones de otros, ya sea dentro de la obra o fuera de ella.
Para BlastO, su aportación al sitio es una forma de responder a lo que el mismo entorno le ha comunicado: desde hace 20 años, la ciudad y él están conversando de forma tangible.
“Es un espacio físico que ha sido testigo de cómo las cosas van cambiando y sobre todo ahora, de unos años para acá, que he notado cómo se está transformando en un entorno más agradable para caminarlo y para vivirlo”.