Proponer la eliminación del cobro de estacionamientos en una ciudad como Monterrey, en donde la cultura del automóvil está impregnada en la sociedad, es una causa muy fácil de escalar. Ganar adeptos y apoyos con esa bandera es lo fácil, plantear soluciones y abrir el debate más allá de la causa popular no lo es.
El año pasado un simple reclamo en esa línea se viralizó en redes sociales. Con el hashtag #poruncobrojusto, miles de personas mostraron su apoyo a un reclamo que carecía de sustancia: lo que se pedía era un “cobro justo” en estacionamientos de “plazas comerciales, hospitales, lugares públicos, aeropuertos, etcétera”, y como medida de presión se proponía dejar de asistir, masivamente, a estos establecimientos en una fecha determinada. Lo que comenzó como un simple reclamo aislado se convirtió en un evento de Facebook con miles de likes que poco ayudaron para ampliar la discusión de un tema que va más allá de un “cobro justo”.
Con este antecedente, un par de grupos políticos y algunos diputados locales plantearon hace unos días eliminar el cobro en estacionamiento comerciales y universidades privadas. Con más inercia popular que una estrategia integral para hablar de movilidad, accesibilidad, cuidado del medioambiente, congestión vial, transporte público, salud pública, entre otros temas colaterales, la justificación del planteamiento que hacen estos grupos se queda muy corta. Tampoco plantea soluciones de largo plazo para iniciar un verdadero debate sobre el tema de fondo: ¿cómo hacemos como ciudad para reducir el uso del automóvil y las implicaciones medioambientales, económicas y hasta de salud pública que conlleva?
Plantear la gratuidad de los estacionamientos solo incentivaría más el uso del automóvil. Por otro lado, el monto de las tarifas y el uso que se les da abre un nuevo debate. Es evidente que en la ciudad el cobro de estacionamientos obedece más a una lógica de negocio particular que a un plan integral de financiamiento para la mejora de servicios públicos y equipamiento urbano.
Tengamos esa discusión en lugar de buscar apoyo popular con planteamientos simplistas: amortiguar el golpe a los bolsillos de estudiantes y consumidores no es razón suficiente, detrás hay afectaciones de largo plazo que tocan muchos puntos de la vida colectiva en la ciudad.
Es una realidad que las mejores prácticas nacionales e internacionales castigan el uso del auto al considerarlo un modo de transporte no sustentable; en muchos centros de ciudades europeas se ha congelado la aprobación de nuevos estacionamientos y en muchas ocasiones la tendencia es elevar el cobro de estacionamiento para desincentivar su uso en zonas céntricas.
Esto abre una discusión más amplia sobre la eficiencia de nuestro transporte público, el diseño de nuestras calles y la prioridad de las autoridades para atender las necesidades de todos los usuarios de la calle (no nada más la de automovilistas).
El uso intensivo del auto en ciudades como Monterrey tiene varias externalidades como la contaminación del aire, pérdidas de horas hombre por congestión vehicular, aumento de enfermedades respiratorias, fragmentación de la ciudad por infraestructura vial, privatización del espacio público, entre otras.
Premiar su uso eliminando el cobro de estacionamientos no es una solución viable, pero tampoco lo es mantener la lógica de negocio de lo que se recauda con esas tarifas. ¿Qué hacer con ese dinero que se recauda? Aquí algunas ideas:
- Promover otros modos de transporte. Que parte del cobro se destine a la inversión de mejores banquetas y senderos de calidad que cumplan criterios de accesibilidad y que inviten a ser caminados. También se podría invertir en la instalación de biciestacionamientos.
- Promover el uso del transporte colectivo. Utilizar parte de esa recaudación para la mejora de autobuses o de circuitos especiales gratuitos, así, quien quiera asistir a las plazas podría hacerlo usando un servicio gratuito y más sustentable.
- Premiar el uso distinto del auto. Plazas comerciales e incluso universidades privadas podrían destinar parte de lo que se recauda para premiar a quienes utilizan medios de transporte alternativos, con cupones de descuentos u otro tipo de beneficios.
Estas son algunas ideas, el punto es que hay que abrir el debate antes que proponer medidas populares que solo ayudan a perpetuar o empeorar la situación actual que genera el uso intensivo del automóvil en la ciudad.